Los tradicionales
puentes colgantes incas, construidos a mano, con fibra vegetal (ichu), son un
gran ejemplo del
ingenio y prodigiosidad de la ingeniería inca. Algunos de ellos, felizmente, subsisten en la actualidad y siguen
sorprendiendo a los científicos e investigadores por su insuperable diseño,
resistencia y eficacia en su construcción.
Se dice que los Incas eran muy diligentes en
el cuidado y mantenimiento de los puentes, reparándolos constantemente con
mucho esmero y gran dedicación. También los protegían implacablemente: en
tiempos del Tawantinsuyu, dañar o destruir uno de estos puentes colgantes
estaba castigado con la muerte, pues su importancia para el sistema de
comunicaciones del imperio era vital, así como también de gran
trascendencia para el funcionamiento adecuado de la administración y control
del territorio.
En
la actualidad, dos de ellos, el Q´eswachaca, en Cusco, así como el Yanayacu, en
Ancash, han sido restaurados y están en perfectas condiciones siendo una
importante atracción turística. Su mantenimiento y renovación se realiza cada
año mediante un rito ejecutado por las comunidades aledañas a dichos puentes,
mediante un esquema de trabajo que data desde tiempos incaicos, denominado
“Minka”. Este ancestral trabajo comunal, que aún perdura en nuestros días, en
los Andes peruanos, consiste en el desarrollo de diversas actividades rituales
y festivas que duran 4 días y usualmente se inicia el segundo domingo de Junio.
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